El pasado lunes 5 de febrero las redes sociales mostraron casi en tiempo real una rara e hipnótica imagen:un descapotable de color rojo cereza de la marca Tesla surcaba el espacio con un astronauta al volante. La carrocería reflejaba la neblinosa atmósfera de la Tierra y el piloto, un maniquí llamado Starman, miraba hacia el frente con estoicismo en su camino hacia las estrellas. Los colores se veían extrañamente nítidos, a causa de la ausencia de atmósfera, y la panorámica parecía sacada de una película de serie B. Pero todo era resultado de un hecho histórico en la carrera del hombre al espacio: el automóvil fue enviado a las estrellas en el primer vuelo de prueba del cohete Falcon Heavy, de la compañía Space X. Este se convirtió en el lanzador más pesado en décadas,desde los Saturn V y Energiya, y su poder duplicó al que ostentaba la corona hasta ahora, el Delta IVHeavy. Además es el primero que es parcialmente reutilizable.
Dado que el descapotable «es solo un coche normal», como dijo Elon Musk, director de Space X y Tesla, no se sabe con seguridad si acabará incrustado en algún asteroide o si vagará por el espacio durante millones de años. Pero lo que sí que se sabe con certeza es que el envío del descapotable es una eficaz campaña de publicidad y que el relevante despegue del cohete marca un antes y un después.
«Fue un lanzamiento revolucionario», explica a ABC Héctor Guerrero, del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA). «Es la primera vez que una compañía privada hace un lanzamiento más allá de la órbita terrestre (lo que requiere cohetes muy potentes) y además se ha hecho con artefacto cuyas piezas pueden recuperarse, lo que conlleva que los costes sean muy inferiores. Todo esto es muy novedoso».
Cohetes reutilizables
El Falcon Heavy, un coloso de 70 metros de altura equipado con 28 motores, despegó del complejo de lanzamiento 39A, en el Centro Espacial Kennedy, Florida. Después de una retransmisión de vértigo, seguida en todo el mundo, dos de los tres cohetes de la primera fase del Falcon Heavy, que son los que rugieron para elevarlo desde la superficie hasta la órbita, se posaron a la vez en tierra, en una danza sincronizada y disponibles para volver a ser usados.
«El hecho de que los cohetes sean reutilizables, implica que solo hay que recargarlos de combustible y cambiar algunas piezas para que puedan volver a volar», explica Guerrero. El acontecimiento clave en este sentido ocurrió el 30 de marzo de 2017, cuando Space X logró por primera vez hacer volar un cohete ya había usado en una ocasión: un Falcon 9. Por entonces, el astrofísico y divulgador científico Neil deGrasse Tyson, dijo: «Después de volar en un Boeing 747 para cruzar grandes distancias, no lo tiramos y lo cambiamos por uno nuevo. La reusabilidad es probablemente el rasgo más fundamental que permite que las cosas caras sean asequibles». De hecho, los cohetes espaciales son especialmente costosos y difíciles de construir. Aunque es un secreto comercial de Space X, se considera que cada uno de los tres cohetes Falcon 9 que componen el Falcon Heavy cuesta casi 30 millones de euros.
Silicon Valley
Pero aparte de esto, para Héctor Guerrero, «la gran revolución es que Estados Unidos ha tenido el acierto de dejar que las empresas privadas accedan al espacio. Los emprendedores y los fondos de inversión de Silicon Valley han cambiado el concepto de las misiones, los tipos de lanzadores y los costes». Entre otras cosas, por ejemplo, algunas compañías han adoptado el modelo de producción en cadena para fabricar cohetes o pequeños satélites para reducir costes, como en los proyectos Iridium Next o OneWeb.
Es lo que ha venido a llamarse «New Space», un difuso concepto que describe la entrada en el espacio en Estados Unidos de multitud de compañías privadas, frente a modelos más nacionales o institucionalizados, como ocurría en la Guerra Fría o pasa en Europa, Rusia o China. «Esto va revolucionar de nuevo la carrera espcial», explica Guerrero. «Quizás permitirá la llegada del turismo espacial, la exploración de Marte o la explotación de asteroides».
«Estados Unidos va a estar en la cabeza de la reutilización en el espacio durante muchos años», dice Raúl Torres, cofundador de PLD Space, una empresa española que trabaja para la Agencia Espacial Europea (ESA) en el desarrollo de un cohete espacial reutilizable para lanzar pequeños satélites. Space X dominará, con sus Falcon y su nuevo y colosal BFR. Pero aparte hay otras importantes empresas estadounidenses desarrollando cohetes espaciales, como Blue Origin y United Launch Alliance, con sus New Gleen y Vulcan. Mientras tanto, en Europa se trabaja en el desarrollo del Arianne 6, la NASA, Rusia y China trabajan en nuevas versiones de megacohetes, el SLS, el Angara y el Long March, respectivamente, e India, Japón y Ucrania tienen también sus propios lanzadores.
La posición de Europa
«Lo que más me preocupa es en qué posición queda Europa después del lanzamiento del Falcon Heavy», explica Torres. «Nuestra única alternativa es el cohete Arianne 6, que no tiene ni una cuarta parte de la capacidad del Falcon y que ni siquiera es reutilizable». En su opinión, el mercado europeo corre el riesgo de quedar descolgado. Tal como dice, el modelo empresarial ha permitido en Estados Unidos que las decisiones técnicas tengan más peso que las políticas,como pasa en Europa. Quizás por eso, con una inversión similar, Space X ha hecho volar el Falcon Heavy y Europa aún deberá esperar a 2020 o 2021 para lanzar su Arianne 6, que depende fundamentalmente de dos colosales empresas europeas, Airbus y Thales. «Es evidente que en Europa algo no funciona».
Guerreo coincide en este sentido. «Europa tiene que reaccionar. Debe seguir desarrollando sus líneas del cohete Vega (un lanzador pequeño y barato) y Arianne 6, que será un cohete con mucha fiabilidad.Pero a mi modo de ver tiene que avanzar en que el acceso al espacio dela iniciativa privada sea más ágil». El gran problema, es que el tejido económico de fondos de inversión y banca que permite ese avance en EE.UU. no es comparable en Europa.
Bernard Foing, miembro de la ESA subraya la fiabilidad del cohete Arianne y los esfuerzos en reducir el coste de los lanzamientos.Además, incide en la importancia de la nueva generación de cohetes pesados y los reutilizables para establecer una base en la órbita o en la superficie de la Luna, lo que se considera como el primer paso antes de ir a Marte o de explotar un asteroide. Parece que esta carrera ya ha comenzado.