lunes, 12 de marzo de 2018

sagitario A el centro galactico


SgrA*: nuestro aletargado monstruo galáctico


Habrán oído hablar de él: nuestra galaxia, la Vía Láctea, esconde en su regiones centrales un monstruo hambriento con más de cuatro millones de veces la masa del Sol... un agujero negro supermasivo conocido como Sagitario A Estrella (también Sagitario A* o SgrA*).
Aunque esta introducción puede disparar nuestra imaginación -sobre todo la de quienes saben algo de los agujeros negros supermasivos en los núcleos de otras galaxias-, y llevarnos a pensar en enormes cantidades de materia cayendo hacia el pozo gravitatorio y en una producción de energía igualmente enorme, la realidad de SgrA* es mucho más plácida y menos espectacular: según los expertos, se trata de un agujero negro más bien masivo (a secas, sin el súper), que se halla en un estado de letargo y que no dispone de la capacidad de los otros, los activos, para convertir la materia en energía. Sin embargo, se cree que muchos de los agujeros negros de los núcleos galácticos podrían incluirse en esta categoría de objetos durmientes y, además, Sagitario A* es el único que se encuentra lo suficientemente cerca como para poder estudiar en detalle su entorno, sus características y su comportamiento e, incluso, para fotografiarlo.  
Imagen del Centro Galáctico,

El descubrimiento
Aunque el objeto que hoy conocemos como Sagitario A* se descubrió en 1974, pasaron décadas hasta que ese objeto puntual que detectaron los radiotelescopios en las regiones centrales de la Vía Láctea fuera confirmado como un agujero negro supermasivo. Por un lado, parecía demasiado débil comparado con otros objetos de las mismas características y, por otro, había que descartar otras posibilidades midiendo su masa y demostrando que se hallaba concentrada en un volumen muy pequeño. A finales del siglo pasado se obtuvo una primera evidencia, gracias al meticuloso estudio del movimiento de las estrellas cercanas: no solo detectaron velocidades extremas (1.500 kilómetros por segundo) en órbitas muy pequeñas en torno a SgrA*, sino que hallaron que la velocidad de las estrellas aumentaba hacia las cercanías del objeto (algo similar a lo que ocurre con los planetas del Sistema Solar), lo que constituye un claro indicio de que se encuentran bajo la influencia de un campo gravitatorio muy intenso que debe ser causado, además, por un objeto muy compacto. En 2002 se determinó, además, con una precisión inédita la órbita de la estrella S2, que dibuja una elipse muy pronunciada en torno a SgrA* y que, en el punto de máximo acercamiento, se sitúa a unas tres veces la distancia que existe entre el Sol y Plutón. Gracias a los datos sobre las órbitas estelares (y a otros obtenidos con redes de radiotelescopios) se pudo calcular la masa de Sagitario A*, que equivale a unos cuatro millones de soles, y se confirmó que se halla contenida en un volumen muy reducido. Ya no cabía duda: habían encontrado el agujero negro central de la Vía Láctea.
Imagen del Centro Galáctico,

Masivo y aletargado
Antes del hallazgo de Sagitario A* ya se suponía que la mayoría de las galaxias debían de tener un agujero negro supermasivo en su centro. Esta suposición surgía del estudio de las galaxias activas, objetos en los que la energía, muy superior a la que pueden producir las estrellas que forman la galaxia, se halla concentrada en la región central. Aunque existen diversos tipos, la visión actual defiende que todas las galaxias activas responden a un mismo fenómeno: la presencia de un agujero negro supermasivo rodeado de un disco de gas en el núcleo galáctico. Es la materia existente en torno al agujero negro la que, en su proceso de caída, libera energía, y en algunos casos se observan también chorros de partículas perpendiculares al disco que viajan a velocidades cercanas a la de la luz (los jets relativistas). La enorme distancia a la que se encuentran las galaxias activas, sobre todo los cuásares, las sitúa en el universo primitivo: como su luz tarda miles de millones de años en alcanzarnos estamos viendo una etapa pasada, en la que la actividad nuclear parecía ser abundante; y los astrónomos dedujeron que los agujeros negros supermasivos que brillaban en el pasado deben estar presentes también en el universo actual, aunque quizá en estado latente.
La capacidad de SgrA* de convertir materia en energía es varios órdenes de magnitud más baja que la de los cuásares
Este esquema muestra los rasgos típicos de las galaxias activas. A diferencia de estas, Sagitario A* carece de disco de acrecimiento, de un toroide de gas y polvo y de jets (hay quien argumenta que tiene un jet intermitente).

Ese es, precisamente, el caso del agujero negro central de la Vía Láctea. Rainer Schödel, investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) y experto en SgrA*, lo resume de forma muy clara: “Sagitario A* mantiene una corriente de materia cayendo hacia él, o flujo de acreción, pero carece de un disco de acrecimiento; tampoco muestra la estructura toroidal de gas y polvo común a las galaxias activas -aunque algunos sugieren que las nubes moleculares que forman lo que se conoce como anillo circumnuclear son un vestigio de esta estructura-; y tampoco hay evidencias claras de que exista un jet, aunque hay quien argumenta que podría existir uno, pero intermitente. Además, su emisión es muy débil y su capacidad para convertir materia en energía es varios órdenes de magnitud más baja que la de los cuásares. En definitiva, SgrA* no es un núcleo activo”.

Así que la foto ha cambiado bastante. Entonces, ¿cómo es y cómo funciona este monstruo dormido? En el caso de SgrA*, la falta de referentes (fue el primer agujero negro supermasivo hallado en estado de letargo), se compensa con la cercanía. Se entiende que la principal causa de la debilidad de Sagitario A* reside en que no hay una nube de gas denso y abundante lo suficientemente cerca; además, se cree que la frugal dieta de SgrA* se compone del viento estelar de un grupo de estrellas jóvenes próximas, pero solo de un pequeño porcentaje de este. Una incapacidad para absorber material que parece deberse, en cierto sentido, a la alta velocidad del viento estelar, y que explicaría el hecho de que SgrA* sea mucho menos luminoso de lo que debiera teniendo en cuenta la cantidad de gas disponible en su entorno (se calcula que dispone de una milésima de masa solar por año, equivalente a más de trescientos planetas Tierra, pero que solo absorbe en torno a la millonésima parte de esa cantidad).

Otra causa de la debilidad de Sagitario A* reside en la propia forma del flujo de acreción: el material no forma un disco fino, donde el gas se calienta debido a la fricción y emite energía, sino que se configura como un disco muy grueso que cae directamente hacia el agujero negro sin dejar “testimonio” de su existencia.
Y hay un tercer factor que conspira para que SgrA* brille poco, ya que se predice que debe existir un viento muy fuerte que emana de él y que provocaría la pérdida de un alto porcentaje del material del flujo antes de alcanzar la región en la que la fuerza de gravedad del agujero negro lo absorbería.
Comportamiento variable
Además, un trabajo publicado en 2008 halló que el flujo de material que absorbe el agujero negro debería variar en escalas de unos diez a cien años debido a la excentricidad de las órbitas de estas estrellas -cuando se aproximan a su pericentro, o región de la órbita más cercana a SgrA*, una gran parte del viento es directamente capturado por este, incrementando su luminosidad-. También, aunque en menor medida, la caída ocasional de “grumos” de gas frío contribuiría a aumentos ocasionales en su emisión.
Primero: zoom al centro galáctico en rayos X que muestra una región de unos cuatro años luz. Fuente: NASA/CXC/MIT/F.K. Baganoff et al./E. Slawik. segundo-cuarto: imagen en radio que muestra los brazos de gas ionizado (VLA); imagen en infrarrojo que desvela la existencia de polvo (VISIR/VLT); imagen en rayos X que muestra el gas caliente (Chandra). Todas ellas muestran una región de unos cinco años luz.

La variabilidad de Sagitario A* era un fenómeno ya conocido. Desde hace años se viene observando que, varias veces al día, se producen fulguraciones, es decir, aumentos de su emisión en infrarrojos y en rayos X, que pueden multiplicarse hasta por diez y cien veces respectivamente. El origen de estas fulguraciones ha propiciado varias teorías: un grupo de astrónomos planteó en un artículo reciente que estos estallidos podrían deberse a la existencia, en torno a SgrA*, de un enjambre de cuerpos menores (asteroides y cometas) “huérfanos” que, atraídos por su campo gravitatorio, fueran cayendo ocasionalmente hacia el agujero negro. Al interaccionar con el gas circundante se desintegrarían de modo similar a las estrellas fugaces en nuestra atmósfera, produciendo picos de luminosidad. Otra explicación atribuye las fulguraciones a procesos relacionados con el campo magnético, semejantes a los fenómenos explosivos que tienen lugar en el Sol y que se deben a la liberación de energía acumulada por líneas de campo magnético que han sufrido una fuerte torsión. No obstante, esta variabilidad de SgrA* no debería sorprendernos y probablemente no haga falta recurrir a ideas muy exóticas para explicarla: “algunos trabajos consideran que las fulguraciones son algo especial, pero es posible que solo sean el pico visible de una variabilidad permanente en Sagitario A*. Cualquier flujo de acrecimiento en el universo tiene inestabilidades que hacen variar la emisión, se trata de un fenómeno corriente”, asegura Rainer Schödel (IAA-CSIC).
Sin embargo, sí que se han registrado eventos especialmente llamativos. En 2005, el satélite Integral (ESA) descubrió que hace trescientos cincuenta años SgrA* experimentó una etapa de actividad que debió durar una década y que aumentó su emisión casi un millón de veces, inundando de energía en rayos gamma el espacio circundante. Esa radiación prosiguió su viaje hasta, trescientos cincuenta años después, alcanzar a Sgr B2, una nube de hidrógeno que actuó como un espejo natural y comenzó a brillar en rayos gamma y rayos X, desvelando la actividad pasada de Sagitario A*. Algo similar fue detectado en 2007 por el satélite de rayos X Chandra (NASA), pero acaecido hace unos sesenta años y con menor intensidad -la emisión aumentó unas cien mil veces-.
Estos hallazgos podrían interpretarse, siguiendo una de las líneas anteriores, como picos particularmente intensos en la actividad natural de SgrA*, un escenario que, además, parece encajar bien con la variabilidad en escalas de diez a cien años ya planteada. Sin embargo, el caso desvelado por Integral genera más dudas dada su intensidad y se ha propuesto que, quizá, una nube de gas frío produjera este fenómeno. De hecho, puede que en los próximos años tenga lugar un fenómeno parecido: a principios de este año se anunciaba el hallazgo de una nube de gas -del tamaño del Sistema Solar y con una masa equivalente a tres veces la de la Tierra- en las cercanías de Sagitario A*. Con una velocidad de dos mil quinientos kilómetros por segundo, ya presenta signos de estar siendo deformada por la fuerza gravitatoria del agujero negro y se espera que en 2013 se acerque a tan solo treinta y seis horas luz de Sagitario A*. Los astrónomos creen que la nube irá desgarrándose en filamentos y cayendo hacia el agujero negro, lo que generará un nuevo periodo de actividad y aportará información de primera mano sobre su funcionamiento.
Lo que queda pendiente
Quizá uno de los aspectos más atractivos de Sagitario A* resida, precisamente, en lo mucho que nos queda por conocer. Superada la primera decepción al descubrir el carácter "inofensivo" de nuestro aletargado agujero negro masivo, resulta fascinante comprobar a qué velocidad avanza la investigación sobre él o el poco tiempo que falta para que desvelemos aspectos cruciales.
Por ejemplo, desconocemos cómo rota SgrA*, lo que constituye una de sus características principales junto con su masa y localización exacta y que proporcionaría información sobre su historia y sobre la de la Vía Láctea. En 2011 se presentó un trabajo que combinaba modelos teóricos con observaciones de distintos agujeros negros supermasivos y que, a raíz del estudio de sus jets, planteaba que aquellos que han crecido alimentándose de la materia existente a su alrededor apenas mostrarán rotación, en tanto que los que crecen mediante la fusión con otros agujeros negros supermasivos rotarán rápidamente. Y esto se relaciona con una peculiaridad de Sagitario A*: “Es un agujero negro relativamente pequeño para encontrarse en una galaxia tan grande como la Vía Láctea. Sin embargo, La Vía Láctea tampoco es una galaxia del todo normal para su tamaño, porque casi no tiene bulbo. Esto significa que no ha sufrido fusiones importantes con otras galaxias, que es como se forman los bulbos y, en paralelo, crecen los agujeros negros supermasivos”, aclara Rainer Schödel (IAA). De modo que determinar cómo rota SgrA* se presenta como el siguiente desafío para conocer su historia, y los astrónomos confían en averiguarlo en pocos años mediante un instrumento, GRAVITY, que se instalará en el Very Large Telescope (ESO) y que permitirá seguir las órbitas de estrellas muy próximas a SgrA* -a tan solo veinte veces la distancia que separa la Tierra del Sol-.
Modelos de lo que se espera observar cuando dispongamos de la capacidad observacional para fotografiar a SgrA* (todas ellas tienen un ángulo de inclinación de diez grados). La imagen superior corresponde al agujero negro sin rotación, la central a una rotación moderada y la inferior a una rotación rápida. Fuente: Canadian Institute for Theoretical Astrophysics

Otra cuestión pendiente, y que se espera aclarar también en los próximos años, es la estructura de Sagitario A*. Gracias a la interferometría en radio, que combina las imágenes de varios radiotelescopios y alcanza una resolución similar a la de una antena con un diámetro equivalente a la distancia que los separa, sabemos que SgrA* mide unos cincuenta millones de kilómetros (¡cuatro millones de masas solares en un tercio de la distancia Tierra-Sol!) y que, si el flujo de acreción dibuja un círculo en torno al agujero negro, posiblemente lo estamos viendo “de canto” o de forma oblicua, pero no de frente. El equipo que realizó este estudio está intentando aumentar la red de radiotelescopios disponible para, según sus palabras, alcanzar una resolución capaz de distinguir desde Washington los detalles de una moneda sostenida por alguien en Los Ángeles, y ser capaces de sacar una foto de SgrA*. Obviamente, la definición de estos objetos, que no emiten ni reflejan luz, impide tomar imágenes del agujero en sí, pero no de lo que se conoce como horizonte de sucesos, o región a partir de la que su fuerza de gravedad no es suficiente para absorber la luz. Y eso nos desvelará la silueta de SgrA*, algo nunca obtenido y que, incluso, parecía imposible hace apenas cinco años. La pregunta es obvia, dada la velocidad a la que avanza este campo: ¿qué nos depararán los cinco años próximos?



Sobre el autor:

Silbia López de Lacalle
(IAA-CSIC)
Silbia López de Lacalle es periodista. Actualmente es jefa de prensa de la Unidad de Comunicación y Divulgación del IAA-CSIC.

erupcion del volcan santa helena


Erupción del Monte Santa Helena de 1980

Erupción del Monte Santa Helena en 1980.
MSH80 eruption mount st helens plume 05-18-80.jpg
Pluma de cenizas que salieron del volcán.
Erupción del Monte Santa Helena en 1980. ubicada en Estados Unidos
Erupción del Monte Santa Helena en 1980.
Erupción del Monte Santa Helena en 1980.
UbicaciónMonte Santa Helena , Estados Unidos
 • País(es)Estados Unidos
 • Coordenadas46°12′01″N 122°11′12″OC)
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La erupción del Monte Santa Helena en 1980 fue una de las erupciones volcánicas más catastróficas del siglo XX(IEV = 5, es decir, 1,2 km3 de material expulsado). La explosión ha sido la mayor de todas las ocurridas en Estados Unidos, superando en volumen de material expulsado y en poder destructivo a la explosión de Lassen Peak en California, en el año 1915. La explosión fue precedida por dos meses de terremotos y expulsiones de vapor, causados por una inyección de magma en una zona de escasa profundidad bajo la montaña, que dio lugar a la fractura de la cara norte del monte Santa Helena. El 18 de mayo de 1980 a las 8:32 a.m., un terremoto sacudió la tierra y la debilitada cara norte se desplomó repentinamente, liberando gran cantidad de gaseslava y rocas calientes que volaron hacia el Lago Spirit tan rápido como tardó la cara norte en desplomarse.
La sola primera erupción tuvo una fuerza equivalente a la de 500 bombas atómicas como la de Hiroshima y se escucho a más de 300 kilómetros de distancia, las siguientes erupciones que le siguieron liberaron una energía equivalente a la de 27.000 bombas como la de Hiroshima. Lo que la convierte en una de las erupciones volcánicas más poderosas en la historia del siglo XX.
Una gran columna de cenizas volcánicas comenzó a elevarse hacia la atmósfera. Dicha ceniza llegó a depositarse en 11 diferentes estados de EE. UU. Al mismo tiempo, la nieve, el hielo y varios glaciares enteros del monte Santa Helena comenzaron a fundirse, formando una serie de largos lahares que alcanzaron el río Columbia. Durante los siguientes días se produjeron pequeñas erupciones y solo una de gran magnitud, aunque no tan destructiva como la primera. Cuando la ceniza por fin se asentó, se pudieron contabilizar los daños sufridos: 57 personas (entre ellas el posadero Harry Truman y el geólogo David A. Johnston) y miles de animales murieron, cientos de kilómetros cuadrados de terreno fueron totalmente arrasados, más de mil millones de dólares en daños materiales y el Monte Santa Helena con un inmenso cráter en su cara norte (antes la "cara graciosa"). Toda el área fue más tarde protegida y convertida en el Mount St. Helens National Volcanic Monument.

El monte Santa Helena visto desde un monitor en la cornisa de la montaña. Se puede observar el cono de devastación, el inmenso cráter abierto en la zona norte y los restos de lava solidificada tras la erupción en el interior del cráter. La pequeña foto de la izquierda fue tomada desde el Lago Spirit antes de la erupción y la pequeña foto de la derecha fue tomada después de la erupción y aproximadamente desde el mismo lugar. El Lago Spirit también puede verse en la imagen mayor, así como otros dos volcanes de la misma cordillera.






    Acontecimientos previos al desastre

    El 16 de marzo de 1980comenzó con una serie de pequeños terremotos, cuyo origen parecía residir en los movimientos del magma que estaban sucediendo en las profundidades del volcánSanta Helena. El 20 de marzo a las 3:47 p.m. según el huso horario estándar del Pacífico (UTC-8) (de aquí en adelante el tiempo corresponderá a este huso horario) otro terremoto de 4,2 en la escala de Richter, con epicentro bajo la cara norte del monte Santa Helena, ponía en evidencia la actividad del volcán tras 123 años de silencio. Una serie de pequeños terremotos fueron saturando poco a poco todos los sismógrafos de la zona hasta alcanzar los valores máximos entre el 25 de marzo y los dos días siguientes (se recogieron un total de 174 terremotos de 2,6 o más en la escala de Richter durante esos dos días). Posteriormente, terremotos de 3,2 o más se fueron sucediendo cada vez de forma más frecuente entre abril y mayo. A principios de abril, la media era de cinco terremotos de 4 grados o más por día, pero en la semana anterior al 18 de mayo la media rondaba los 55 terremotos por día. Inicialmente, no había evidencias directas de una futura erupción, pero los pequeños terremotos causaron avalanchas de hielo y nieve que fueron observadas desde el aire.
    El 27 de marzo a las 12:36 p.m., se produjo una explosión freática (o quizás dos simultáneas) que expulsó pedazos de roca del interior del cráter, generando así un nuevo cráter de 76 m de ancho y una columna de humo y cenizas de unos 1.800 m de alto. También por estas fechas, se produjo una gran fractura de 4.900 m de largo que cruzaba toda la cima de la montaña de este a oeste. Estos sucesos fueron seguidos por más terremotos y una serie de explosiones de vapor de agua que enviaron más ceniza al exterior. La mayor parte de esta ceniza se fue depositando en torno a 5-19 km a la redonda desde la zona de expulsión, pero algunos restos alcanzaron el sur de Bend (Oregón) a 240 km, y el este de Spokane (Washington) a 459 km.
    El 29 de marzo podía verse un nuevo cráter formado y una llama azul oscilando entre los dos cráteres, originada probablemente por la liberación de gases inflamables del volcán. La electricidad estática creada por las nubes de ceniza que descendían por la ladera de la montaña generaron rayos eléctricos de hasta 3 km de largo. El 30 de marzo se reportaron hasta 93 amagos de erupción y el 3 de abril se detectaron los temblores armónicos que suelen preceder a las erupciones volcánicas, lo cual disparó las alarmas de los geólogos y movió al gobernador a declarar el estado de emergencia.

    Foto tomada por el equipo de la USGS el 10 de abril.
    El 8 de abril ambos cráteres se fusionaron, creando uno mayor de 520 m por 260 m. Un equipo de la USGS determinó, en la última semana de abril, que una sección de la cara norte del monte Santa Helena de 2,4 km de diámetro estaba desplazado unos 82 m. Durante finales de abril y principios de mayo esta grieta se fue haciendo cada vez mayor, a un ritmo de 1,5-1,8 m por día. A mediados de mayo ya se extendía unos 120 m por toda la cara norte. A medida que la grieta iba avanzando hacia el norte, la cima de la montaña se iba hundiendo progresivamente, formando un complejo denominado graben. Los geólogos anunciaron el 30 de abril que el derrumbamiento de la cara norte era el peligro más inmediato, ya que esto podría desencadenar una erupción. Todos los cambios producidos en la forma del volcán estaban relacionados con el aumento de volumen de 125.000.000 m3 sufrido por la montaña desde mediados de mayo. Este aumento de volumen coincidía probablemente con el volumen de magma que estaba presionando y deformando la superficie del volcán. Cuando todo el magma se mantiene bajo tierra y no es visible desde el exterior como ocurría en este caso, se denomina criptodomo. Por el contrario, en un lava domo la lava se encuentra en la superficie.

    Foto donde se puede observar la grieta de la cara norte el 27 de abril.
    El 7 de mayo se produjeron erupciones similares a las sucedidas en marzo y abril, y durante los siguientes días la grieta de la cara norte alcanzó unas tremendas dimensiones. Hasta este punto, toda la actividad se limitó a la cúpula de la cima. Un total de 10.000 terremotos fueron registrados antes de la gran erupción del 18 de mayo, la mayoría concentrados en una pequeña zona de 2,6 km, justo debajo de la grieta de la cara norte. Todas las erupciones visibles cesaron el 16 de mayo, lo cual redujo el interés del público y el número de espectadores en la zona. Pero, sin embargo, el 17 de mayo, la presión pública forzó a los oficiales al cargo, a permitir la expedición de un pequeño grupo de gente al interior de la zona de peligro. Otra excursión fue programada para las 10 de la mañana del día siguiente. Al ser domingo, se evitó que más de 300 leñadores estuvieran trabajando en la zona. Se estima que, justo antes de la erupción, el volcán había recibido unos 0,11 km3 de magma, cuya presión forzó el desplazamiento de 150 m de la sección de la cara norte de la montaña, y calentó todo el sistema de aguas subterráneas del volcán, causando explosiones de vapor de agua.

    Derrumbamiento de la ladera norte de la montaña


    Secuencia de eventos sucedidos el 18 de mayo.
    El 18 de mayo a las 7:00 a.m., el vulcanólogo de la USGS David A. Johnston, tras pasar toda la noche del sábado en su puesto de observación a unos 10 km al norte de la montaña, transmitió por radio los últimos datos de las medidas obtenidas por láser. Según estos datos, la actividad del monte Santa Helena no mostraba ninguna variación respecto del patrón que había seguido durante el último mes. Las lecturas acerca de la tasa de movimiento de la grieta, las emisiones de dióxido de azufre gaseoso y la temperatura de superficie no revelaban ningún cambio que pudiera indicar una erupción catastrófica.

    Depósito de escombros del derrumbe en el valle de la vertiente norte del Toutle River.
    A las 8:32 a.m., sin previo aviso, un terremoto de magnitud 5,1 en la escala de Richter, con epicentro justo debajo de la ladera norte de la montaña, fue el responsable del derrumbamiento de parte de la montaña, aproximadamente unos 7-20 segundos tras su inicio. Tras escindirse, el fragmento de montaña alcanzó una velocidad de 175-250 km/h en su descenso a través del brazo oeste del Spirit Lake y una parte chocó contra un pico de 350 m de altura, unos 9,5 km al norte. Algunos fragmentos se esparcieron por la cornisa de la montaña, pero la mayoría fueron arrastrados 21 km por el Toutle River, para terminar acumulándose en la zona del valle del río, formando una pila de escombros de 180 m de profundidad. El área cubierta se estimó en 62 km2 y el volumen total depositado se calculó en unos 2,9 km3, lo que le convierte en uno de los mayores corrimientos de tierra registrados en la historia.
    La mayor parte de la ladera norte del monte Santa Helena se había convertido en un depósito de escombros de 27 km de largo y una media de 46 m de espesor, siendo mayor su espesor a 1,6 km bajo el Spirit Lake y menor en su zona oeste. Toda el agua del Spirit Lake fue desplazada temporalmente en forma de olas de 180 m de altura, que impactaron contra una cordillera en el norte del lago. Esto causó una nueva avalancha de escombros, que cayeron sobre la cuenca del lago y provocaron un ascenso de unos 60 m del nivel de agua del lago. El movimiento de regreso del agua a su cuenca fluvial original arrastró los miles de árboles derribados por la ola de calor, gas, rocas y ceniza, que habían asolado la zona segundos antes del derrumbe (véase el siguiente epígrafe).

    Flujos piroclásticos

    Inicio de la explosión lateral


    Simulación por ordenador en la que se puede apreciar el derrumbamiento del 18 de mayo, en verde, seguido de los flujos piroclásticos, en rojo.
    Tras el derrumbamiento de la ladera norte el magma tipo dacita que se alojaba en el cuello del monte Santa Helena quedó repentinamente expuesto a una presión mucho menor, lo que produjo una devastadora explosión de gases, roca medio fundida y vapor de agua, unos segundos después del derrumbamiento. Las explosiones se produjeron a lo largo del rastro dejado por el derrumbe, produciendo un bombardeo de rocas en dirección norte, que fue acompañado de flujos piroclásticos de gases calientes, ceniza, piedra pómez y restos de roca pulverizada que adquirieron un aumento progresivo de velocidad desde 350 km/h hasta 1.080 km/h (es posible que sobrepasaran brevemente la velocidad del sonido).
    Los materiales expulsados en los flujos piroclásticos adelantaron a la avalancha de rocas, extendiendo su área de devastación hasta una superficie de 37 km por 30 km. Aproximadamente, unos 600 km2 de bosque fueron arrasados, pero el extremo caloral que fue sometido la zona produjo la muerte de árboles más alejados. Toda esta serie de eventos debieron de suceder en no más de 30 segundos, pero la onda expansiva que se generó en dirección norte y la nube consecuencia de la explosión debieron continuar durante un minuto más.
    El material supercaliente que cayó en el Spirit Lake y en la vertiente norte del Toutle River convirtieron el agua en vapor, produciendo una segunda explosión que se oyó en puntos tan lejanos como Columbia BritánicaMontanaIdaho y el norte de California. Curiosamente, algunas áreas más cercanas a la erupción (PortlandOregón) no escucharon dicha explosión. Esta zona fue llamada la "zona tranquila" y se extendía a lo largo de unos cuantos kilómetros desde el volcán. Esta área silenciosa se creó debido a la compleja respuesta de las ondas sonoras de la erupción a los cambios bruscos de temperatura, a los movimientos del aire entre las diversas capas de la atmósfera y, en menor medida, a la topografía local de la zona.

    Resultado de la explosión lateral

    La muestra más visible de la actividad del volcán tras su erupción fue la inmensa nube de ceniza en el cielo, expulsada desde la zona norte del monte Santa Helena. La explosión lateral, cargada de rocas y restos volcánicos, causó una amplia devastación alcanzando los 30 km de distancia en dirección norte desde el volcán. El área afectada por el volcán puede subdividirse en 3 zonas concéntricas:

    Coche del fotógrafo Reid Blackburn tras la erupción.
    1. Zona de influencia directa: correspondía a la zona más interna y más cercana al volcán, abarcando aproximadamente un radio medio de 13 km. Delimitaba un área en la que todo, ya fuera natural o artificial, fue desintegrado o expulsado al exterior de dicha zona.
    2. Zona de canalización: correspondía a una zona intermedia que se extendía hasta los 30 km desde el volcán. El flujo piroclástico arrasó toda esta área a su paso, siendo canalizado en cierta medida por la topografía del terreno. En esta zona, la fuerza y la dirección de la explosión quedaron totalmente en evidencia gracias al alineamiento paralelo de los árboles derribados, todos cortados por la base del tronco, como si fueran briznas de hierba cortada por una guadaña. Esta zona también fue conocida como la "zona del árbol caído".
    3. Zona incinerada: también llamada "zona de muerte de pie", correspondía al extremo más externo y alejado del área de impacto. Delimitaba una zona donde los árboles quedaron en pie, pero chamuscados por los calientes gases de la explosión. Posteriores estudios indicaron que una tercera parte de los 188 millones de m3 de material expulsado era lava nueva, y el resto eran fragmentos de roca antigua.
    Cuando el flujo piroclástico se encontró con su primera víctima humana, aún estaba a 360 °C e iba acompañado de gases sofocantes y material incandescente. La mayoría de las 57 personas que perdieron la vida el día de la erupción murieron por asfixia, pero unos pocos murieron quemados. El posadero Harry Truman quedó enterrado bajo decenas de metros del material arrastrado por la avalancha. El vulcanólogo David A. Johnston fue otro de los fallecidos, al igual que Reid Blackburn, un fotógrafo de National Geographic.

    Flujos de lava posteriores a la erupción

    Tras la erupción, las emisiones de material piroclástico que se produjeron desde la brecha creada por el derrumbe fueron en su mayoría de origen magmático, y en menor proporción de fragmentos de rocas volcánicas preexistentes. Los depósitos resultantes formaron unas estructuras en forma de abanico que seguían un patrón de hojas, lenguas y lóbulos superpuestos entre sí. Durante la erupción del 18 de mayo se produjeron por lo menos 17 emisiones de flujo piroclástico separadas en el tiempo, cuyos volúmenes de agregación rondaban los 208 millones de m3.
    Los depósitos de flujo y material piroclástico se mantuvieron aún a 300-420 °C, dos semanas después de la erupción. Las erupciones secundarias de vapor de aguaalimentadas por este calor produjeron hoyos en la zona norte de los depósitos del material piroclástico, al sur del Spirit Lake y a lo largo de la zona superior de la vertiente norte del Toutle River. Estas explosiones de vapor de agua continuaron de forma esporádica durante meses tras el asentamiento de todo el material volcánico, y por lo menos una tuvo lugar un año después, el 16 de mayo de 1981.

    Crecimiento de la columna de ceniza


    Imagen donde se puede apreciar la zona proximal de la columna de ceniza.
    Mientras la avalancha y el flujo piroclástico arrasaban la zona en su avance, una inmensa columna de humo y ceniza se elevaba hasta una altitud de 19 km sobre el cráter del volcán en menos de 10 minutos, inyectando tefra en la estratosferadurante 10 horas seguidas. Cerca del volcán, el remolino de partículas de ceniza que entraban en la atmósfera comenzó a generar electricidad estática que se manifestó en forma de rayos eléctricos. Esta fue la causa de muchos de los bosques incendiados ese día. A su vez, parte de la nube de ceniza con forma de hongo, comenzó a colapsar, enviando veloces flujos piroclásticos a lo largo de las laderas del monte Santa Helena. Más tarde, la cara norte comenzó a expulsar materiales de forma más lenta, como bombas de piedra pómez incandescente y ceniza muy caliente. Algunos de estos flujos calientes entraron en contacto con nieve o con agua que se transformaba violentamente en vapor de agua, creando cráteres de 20 m de diámetro y enviando ceniza hasta los 2 km de altura.

    Mapa de la distribución zonal de ceniza.
    Los fuertes vientos encontrados a gran altitud transportaron importantes cantidades de este material en dirección este-nordeste desde el volcán, a una velocidad media de 100 km/h. A las 9:45 a.m. parte de este material ya había alcanzado Yakima (Washington), a 145 km, y a las 11:45 a.m. ya se encontraba sobrevolando Spokane (Washington). Entre 10 y 13 cm de ceniza cayeron sobre Yakima, y ciertas áreas, como el este de Spokane, se vieron inmersas en la oscuridad al mediodía, reduciéndose la visibilidad hasta los 3 m. Continuando hacia el este, la ceniza también cayó en la zona oeste del Parque nacional de Yellowstone, cuando ya eran las 10:15 p.m., y también fue encontrada en el suelo de Denver (Colorado) al día siguiente. Posteriormente, se registraron más restos de ceniza en Minnesota y en Oklahoma, y hubo parte de la ceniza que dio la vuelta al mundo a lo largo de las dos semanas siguientes.
    Durante las nueve horas de intensa actividad volcánica que presentó el monte Santa Helena, unos 540 millones de toneladas de ceniza cayeron en un área de más de 60.000 km2. El volumen total de ceniza antes de su compactación por el agua de lluvia era de 1,3 km3. El volumen de la ceniza sin compactar era más o menos equivalente a 0,08 km3 de roca sólida, o al 7% del material depositado tras la avalancha. Sobre las 5:30 p.m. del 18 de mayo, la columna de humo y ceniza comenzó a disminuir en altura, pero continuaron las pequeñas explosiones a lo largo de la noche y de los días siguientes.

    Deslizamiento del lodo corriente abajo


    Depósitos acumulados en el Muddy River tras el paso de la riada.
    El calor generado durante la erupción provocó el derretimiento de los glaciares y la nieve acumulada de todas las montañas cercanas. Al igual que en otras erupciones del monte Santa Helena, esto generó inmensos lahares (riadas volcánicas de barro y cenizas) e inundaciones de lodo, que afectaron a 3 de los 4 sistemas de drenaje localizados bajo la montaña y comenzaron a desplazarse a las 8:50 a.m. Los lahares alcanzaron velocidades de 145 km/h en la zona alta de la montaña debido a la pronunciada pendiente, pero a medida que descendían se fue reduciendo progresivamente su velocidad hasta 5 km/h en las zonas más anchas y de menor pendiente. El lodo y el barro de los flancos sur y este tenían una consistencia de cemento húmedo mientras descendían por Muddy River, Pine Creek y Smith Creek para confluir en el Lewis River. Los puentes situados en la boca de Pine Creek y en Swift Reservoir fueron destruidos tras el paso del lodo. La superficie del agua vio elevado su nivel unos 80 cm para poder alojar los 13 millones de m3 adicionales de agua, barro y escombros.

    Lahar tras una erupción.
    Los glaciares y la nieve derretidos se mezclaron con tefra en la ladera nordeste del volcán, lo que dio lugar a la creación de múltiples lahares. Estas riadas se desplazaron por las vertientes norte y sur del Toutle River y se reunieron en la confluencia de las vertientes del Toutle River y del Cowlitz River, cerca de Castle Rock (Washington), a la 1:00 p.m. Noventa minutos tras la erupción, el primer lahar se había desplazado unos 43 km corriente arriba. Personas que se encontraban en el camping de Weyerhaeuser pudieron ver pasar un muro de 3,7 m de alto compuesto por barro y escombros. Cerca de la confluencia entre las vertientes norte y sur del Toutle River, en el Silver Lake, se calculó un ascenso del nivel de la superficie de 7,16 m, el máximo registrado.
    Otro gran lahar, más lento y con consistencia de mortero, se fue desplazando al principio de la tarde por la vertiente norte del Toutle River. A las 2:30 p.m., la masiva riada de lodo y escombros arrasaba el campamento Baker y en las horas siguientes, siete puentes fueron destruidos. Parte de la riada retrocedió unos 4 km al poco tiempo de entrar en el Cowlitz River pero la mayor parte continuó su camino corriente abajo. Tras recorrer 27 km más, se estima que 2,98 millones de m3 de material fueron añadidos al Columbia River, reduciendo la profundidad a 7,6 m a lo largo de 6 km. Los 4 metros de profundidad que quedaron durante ese tiempo impidieron el tráfico normal de carguerosen esa zona, lo que se tradujo en pérdidas por valor de unos 5 millones de dólares para la ciudad de Portland (Oregón). Por último, más de 50 millones de m3 de sedimentos fueron depositados a lo largo de la zona baja de los ríos Cowlitz y Columbia.

    Secuelas

    Efectos inmediatos


    Mapa donde se pueden apreciar las zonas donde se encontraron depósitos tras la erupción.
    La erupción del 18 de mayo de 1980 figura en la historia como la más mortífera y destructiva ocurrida en los Estados Unidos. 57 personas perdieron la vida y 200 casas, 47 puentes, 24 km de vías de tren y 300 km de autopistas quedaron totalmente destruidos. El presidente de los Estados Unidos Jimmy Carter inspeccionó los daños y declaró que lo que vio era más desolador que un paisaje lunar. Un equipo de televisión fue enviado en helicóptero al monte Santa Helena el 23 de mayo, para documentar la destrucción causada por el volcán. Sin embargo, al acercarse al volcán, las agujas de sus brújulas comenzaron a girar rápidamente en círculos y terminaron perdiéndose. Una segunda erupción tuvo lugar al día siguiente, pero la tripulación sobrevivió y fue rescatada dos días más tarde.
    En total, la cantidad de energía liberada por el monte Santa Helena es equivalente a 27.000 bombas de Hiroshima (unos 350 megatones) y expulsó más de 4 km3 de material. Una cuarta parte de ese volumen fue lava fresca en forma de ceniza, piedra pómez y bombas volcánicas, y el resto fueron fragmentos de roca antigua. La pérdida de la ladera norte del monte Santa Helena redujo su altura a 400 m, y formó un cráter de unos 2-3 km de ancho y 640 m de profundidad, en cuya zona norte se abre una inmensa brecha.

    El monte Santa Helena en septiembre de 1980.
    Más de 14,6 km3 de madera fueron dañados o destruidos, principalmente por la explosión lateral. Al menos, el 25% de los árboles destruidos fueron recuperados pasado septiembre de 1980. Debido a la dirección del viento en el volcán, en las áreas de mayor acumulación de ceniza, muchos cultivos de trigomanzanaspatatas y alfalfa quedaron totalmente destruidos. Unos 1.500 alces y unos 5.000 ciervos murieron y se estima en 12 millones el número de salmones muertos, al ser destruidos sus criaderos. Otros 40.000 salmones más jóvenes debieron perecer cuando se encontraban nadando a través de la turbina de los generadores hidroeléctricos, cuando el agua fue evacuada debido a la necesidad de reducir dichos niveles de agua, con el fin de poder alojar los depósitos de material (agua y barro principalmente) a lo largo del Lewis River.

    Efectos a medio y largo plazo

    La ceniza depositada tras la erupción dio lugar a diversos problemas relacionadas principalmente con el transporte y con el tratamiento de aguas residuales. La visibilidad se redujo en gran medida mientras la ceniza permaneció en el aire, lo que obligó a cerrar muchas autopistas y carreteras. La carretera interestatal 90 que une Seattle con Spokane fue cerrada durante una semana y media. El tráfico aéreo también se vio interrumpido unas dos semanas debido al cierre de varios aeropuertos al este de Washington por el cúmulo de ceniza y la escasa visibilidad. En consecuencia, miles de vuelos comerciales fueron cancelados. La ceniza y las partículas de grano más fino causaron graves problemas en motores de combustión y en otros equipos mecánicos y eléctricos. La ceniza contaminó los sistemas de aceite, colapsó filtros de aire, rayó superficies y provocó pequeños cortocircuitos en generadores eléctricos que causaron apagones de luz.
    Eliminar la ceniza y deshacerse de ella fue una tarea colosal para algunas comunidades del este de Washington. Agencias estatales y federales estimaron que, aproximadamente, 1,8 millones de m3 de ceniza (equivalentes a 900.000 toneladas en peso) fueron retiradas de las autopistas y los aeropuertos de Washington. La retirada de ceniza costó 2,2 millones de dólares y se tardaron 10 semanas en Yakima. La necesidad de deshacerse rápidamente de la ceniza obligó a habilitar ciertos lugares para que funcionasen como depósitos. Algunas ciudades usaron para ello presas viejas o basureros comunitarios ya existentes, y otras crearon nuevos basureros. Para minimizar el levantamiento de la ceniza ya depositada por la acción del viento, los basureros y las demás superficies destinadas a albergar la ceniza fueron cubiertas con una capa de abono para sembrar hierba.

    Costes


    Una de las 200 casas destruidas por la erupción del monte Santa Helena.
    Las primeras estimaciones de los costes producidos por la erupción rondaban entre los 2.000 y los 3.000 millones de dólares. Posteriormente, un estudio más refinado realizado por la International Trade Commision a petición del Congreso de los Estados Unidos arrojó la cifra de 1.100 millones de dólares. El Congreso votó y aprobó una concesión suplementaria de 951 millones de dólares con el fin de reparar los daños causados. De este dinero, la mayor parte fue destinada a la Small Business Administration, a la U.S. Army Corps of Engineers y a la Federal Emergency Management Agency.
    Sin embargo, también hubo otros costes indirectos y menos tangibles causados por la erupción. El desempleo en toda la región alrededor del monte Santa Helena aumentó unas diez veces en las semanas posteriores a la erupción, y luego volvió a la normalidad una vez que las operaciones para recuperar la madera y para limpiar la ceniza se pusieron en marcha. Solo un pequeño porcentaje de los residentes abandonaron la región a causa de la pérdida de trabajo.

    Imagen del monte Santa Helena tomada el 19 de mayo de 1982.
    Varios meses después del 18 de mayo, unos pocos residentes mostraron problemas emocionales y de estrés, a pesar de haber hecho frente a la crisis sin problemas. Los condados de la región solicitaron financiación con el fin de promover programas sanitarios para ayudar a dichas personas.
    La reacción pública inicial ante la erupción del volcán infligió un duro golpe al turismo, un sector importante de los ingresos del estado de Washington. Pero no fue el turismo el único afectado en los alrededores del monte Santa Helena. En la zona de Gifford Pinchot National Forest las convenciones y las reuniones sociales también fueron canceladas, pospuestas o trasladadas a otras ciudades de Washington o de Oregón, que no se vieron afectadas por la erupción. Sin embargo, a largo plazo todas estas consecuencias adversas se tornaron en lo contrario, ya que el monte Santa Helena adquirió fama mundial y se convirtió en un importante reclamo turístico. El National Forest Service y el estado de 

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